¿Qué funciones tiene en nuestra vida cotidiana la relación existente entre el cerebro, la postura, el movimiento corporal, el rostro y la respiración?
Cerebro y rostro. En lo visible, esto es, la visión física de los ojos, el rostro es lo más hermoso y noble del ser humano. Un rostro sonriente, enfadado o iracundo activan en ciertas áreas concretas del cerebro, los mecanismos de la sonrisa, del enfado o de la ira, activando procesos bioquímicos diferentes; saludables en la sonrisa, y mórbidos en el enfado y la ira.
Puede servirnos de reflexión a la hora de interaccionar en el mundo (Din), tanto en el salat (oración) como en el saludo o cualquier otro gesto en nuestra vida cotidiana.
Lo que facilita y dificulta la respiración. Una actitud física de expansión, como puede ser la sonrisa, facilita el proceso respiratorio, sin embargo, la actitud anímica de enfado, ira, envidia, miedo, rencor la dificulta, puesto que son estados de contracción del corazón (qalb).
Estas emociones contraen, endurecen y ponen rígido a todo el cuerpo, especialmente en “zonas-pararrayos” de la cartografía psico-corporal-emocional, que han sido “elegidas” a descargar la energía mórbida que producen estas emociones malsanas, por ejemplo, metiendo el vientre o el pecho, contrayendo las mandíbulas, apretando los glúteos, etc. De cualquier modo, el fuelle respiratorio se desviará de su curso normal y natural.
Corazón, cerebro, postura y movimiento. La postura justa y noble del cuerpo y su movimiento armonioso, activan las áreas del cerebro relacionadas, justamente, con esta actitud física y anímica de la postura corporal y su movimiento ordenado. Tengámoslo encuenta durante la oración (salat) que deberá hacerse desde el corazón, con el corazón, para el corazón, dirigiéndonos, desde el corazón, al Aliento Misericordioso, Aquel que nos mantiene vivos en cada respiración.
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